La próxima expo del mexicano Alan Flores será en Hong Kong y con motivo de la celebración de las Fiestas Patrias. Comparto el texto curatorial de la misma, que tuve el honor de escribir.
El rostro humano es un enigma de estrellas. Un mapa que se torna piel, carne de arena, voces de bosque. Un mapa celeste que a golpe de viento nos trae miradas espejo, cantos de río cantarino o de sollozo y silencio... eco de voces silenciadas.
A través de la historia la expresión humana ha fascinado a múltiples artistas, pero ninguno tan preciso en el reflejo proyectado de antiquísimas convergencias empero, modernas, como el representado por la firma de Alan Flores, el artista mexicano de la lente.
Conversador natural, Alan es un ser humano que rezuma sencilles en su trato, profesionalismo en sus sesiones y la claridad de un hombre de negocios para fijarse objetivos de complejo alcance. De afable sonrisa, el oriundo de “La Ciudad de las Montañas” como se conoce a su ciudad natal, Monterrey, es un experimentado alquimista que traspasa con naturalidad las esencias espirituales de sus fotografiados y las transforma, como el plomo al oro, en retratos de asombrosa cercanía a través de un muy peculiar juego de luces y sombras, que colman de atemporalidad su derroche fastuoso de vida.
A través de una historia de imágenes que han evolucionado del retrato exclusivamente en blanco y negro de sus inicios, a un portafolio incluyente de toda la gama del color, el trabajo del regiomontano ha tenido un asombroso hilo rojo (como el del mito de Ariadna y Teseo) que conduce las visceralidades urbanas -y todos sus contrastes-, entre los muy diversos grupos de las sociedades actuales... el rostro humano.
Alan, como profeta, nos guía por un universo donde la parquedad del desierto norestense entreteje con su entrañable bruma la imagen, donde, finalmente, embebe luego con surrealismo su colorimetrìa... un viso de difícil lectura e inevitable universalidad.
Alan Flores ha conseguido inmortalizar lo que retrata.
Inmortalizarse a si mismo, también.
La carrera del artista que ha fotografiado en escena y tras bambalinas a Alejandro Sanz y a los más grandes exponentes del arte flamenco, que tiene en su haber el retrato oficial de la premio Cervantes, Elena Poniatowska, que conquistó la escena mexicana retratando a los mejores del teatro, del canto, de la comedia y hasta de los rubros más comerciales... también se ha conmovido ante la franca negación social a contemplar al indigente, al enfermo terminal, al anciano; a aquel que padece una deformidad congénita o que la sufre como consecuencia de un accidente o de una quemadura.
Uno de esos “Superhéroes” de su propia vida que vive inmerso -y en batalla permanente y sin tregua-, para normalizar hasta donde sea posible, su vida real. Aquellos a los que no miramos antes de Alan y su celebrada y valiente colección homónima.
Pero Alan es mexicano y México es una nación con olor a tierra mojada, a guisos de maíz y chile; con sabor a mezcal y a aguardiente. Tierra bañada de la humedad de sus numerosos caudales y el capricho que, como danza, sus vientos sugieran.
México es color...
Es etnia coronada de plumas, vestida de lentejuelas y bailando un jarabe tapatío o un huapango en una plaza.
México es patria de ancestrales orgullos. Nunca doblegados.
Nunca concedidos.
Nunca firmados a nadie.
México es ventana, amanecida de puerto, pueblo de luz y magia, color, diversidad; aura mistérica de iniciación desconocida para el no creyente.Un territorio nunca colonizado del todo y ciertamente, salvaje.
México es tierra de eterna fragancia a cempasùchil, donde al horizonte reina el canto sagrado del cenzontle. Tierra de cuerdas, sandalias y coplas encendidas que reclaman su origen... México es aurora de ciudades de piedra y pirámides erigidas a dioses orgánicos, como el incienso de copal del templo y la cera del camposanto. Es la alegría de sus moradores de abierta hospitalidad, franqueza y sobretodo... mirada. Mirada. Mirada...
México es tierra al punto, semillero para el ojo de un artista como Alan Flores, capaz de mirarlo todo y de enfrentarse a la profundidad de su propio mirilla. Y México, bendecido como es, está presente aquí y ahora en esta nueva colección de Alan Flores...
¡Enhorabuena! ¡Que viva México!
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